A veces nos da tanto miedo morir,

que dejamos de vivir

Por: Carolina Pérez Botero

He estado tratando de recordar anterior a este año, cuando había visto a tantas personas con miedo a morir. Recuerdo siendo una niña que era un sentimiento presente, cercano y muy duradero. Podía percibirlo en mis papás que trataban de protegernos para que no estuviéramos con ciertas personas, no fuéramos a ciertos lugares y tratáramos de permanecer lo más blindados posibles. La diferencia para mí es que cuando era niña esa posible muerte la veía en el tv, la oía en las explosiones de las bombas, la olía en el miedo de mis papás. 

Hoy me parece más confuso…

Seguramente tiene que ver con mi decisión deliberada de no ver noticias, ni leer periódicos, de evitar conversaciones con cifras mortales y miedo latente, pero se me está haciendo más difícil de entender cómo es que muchos están dejando de vivir por miedo a morir. Cuando lo pongo en estos términos suena un poco absurdo, porque entonces ¿qué sentido tiene permanecer vivos si no están viviendo?

Y por favor, no me malentiendan. Respeto profundamente el mecanismo de defensa de cada uno, respeto el miedo que corre por las venas, respeto la posibilidad de hacerlo lo mejor que cada uno puede. No pretendo ni juzgar ni calificar el actuar de nadie, ¿quién soy yo para hacerlo? ¿acaso estoy metida en la piel de todos para poder afirmar lo que deberían o no hacer? No… mi interés no es tratar de solucionar lo que creo que está mal, mi intención es poner en palabras una tristeza que siento al ver a las personas que conocía tan llenas de vida, hoy tan apagadas, con su energía tan bajita, con tanto miedo encima, paralizadas ante la posibilidad de arriesgar su vida al intentar vivirla. Eso es lo que me pasa.

A lo mejor es la certeza que tengo adentro de que sea como sea siempre estamos bien, vivos, enfermos o muertos siempre es lo que corresponde – a pesar de que muchas veces no me guste – la que me permite confiar en que solo viviendo, gozando, disfrutando, poniendo en un lugar de utilidad mi existencia es que logro ganarle la batalla al miedo a la muerte. A lo mejor lo que quisiera es que aquellos que veo acorralados en una esquina sin poder moverse y privados de todo lo que los hace felices, de sus amigos, familiares, nietos, experiencias, risas, gozo; encontraran dentro de ellos esa misma certeza y pudieran volver a la vida, aquí donde hay luz… pudieran volver a mi.

Joaco me dice: ¿ese coronavirus cuando se va a terminar? ¡Está muy lento y yo ya me aburrí! “Exactamente”, le respondo yo… Él extraña a sus Titos, a sus tíos, extraña las risas y el gozo que conoció con su familia y que hoy, no puede tener.

Yo también lo extraño. Y aunque en casa estamos haciendo uso lo más que podemos de lo que se nos permite hacer, quisiera que la vida se manifestara como vida otra vez, que todos los que estamos aquí pudiéramos sentirla y no permitiéramos que la alegría, el movimiento, la fluidez y la dicha se nos escapara solo por el miedo a morir.

 

Pero parece que mis deseos en este caso no podrán ser cumplidos, porque hay algo más grande que yo, con más poder y mucho más perfecto, que ha diseñado esta enorme locura y yo solo debo rendirme una vez más ante lo que es.

Tal vez el “cuidarnos” para no morir no está siendo lo más inteligente. Tal vez volver a la vida y llenar nuestro cuerpo de energía – de la que sana – es lo más inteligente y responsable, llenarlo de energía de alta vibración, esa que le dice a los bichos “no entren aquí, no hay espacio para ustedes“, esa que se crea al reír, al confiar, al agradecer, al amar, al estar con los nuestros, al conectarnos desde el amor, al decirle NO al miedo, al bailar, al soñar

Y si la vida si se acabara mañana de repente, ¿habría valido la pena tanto miedo al andar? 

 

Carolina Pérez Botero
CONSULTORA EMOCIONAL
www.amorescaprichosos.com
@amorescaprichosos

0
    0
    Tu carrito
    Your cart is empty